sábado, 16 de agosto de 2008

Allí estaba otra vez, en el mismo lugar de siempre


OTRA VEZ LA VI, allí estaba, en el mismo lugar de siempre, frente a la Puerta del Conde. Estaba sentada, como siempre, en el mismo punto donde suelo verla cada día que paso en busca del transporte que me llevará de vuelta a mi casa. Todo era igual...lo único diferente era aquel pedazo de cartón color marrón, donde poza sus nalgas; pero lo demás, era igual. Aquella botella verde de cerveza de la más conocida en el país, donde parece ahogar sus desdicha; la macha de ese líquido maloliente que sale de por debajo de sus piernas y corre por la acera hasta el conten, sus trapos que la envuelven...en fin. Ahí sin moverse y me mira como buscando una respuesta y su mirada lánguida penetra en mi corazón.

Ella es real, es de la vida cotidiana. Yo también la miro con expresión interrogante...¿Quién te puso ahí?, ¿Quiénes son tan crueles al dejarte cada día bajo sol y lluvia? recogiendo el polvo y el ollín de los carros, sufriendo la ignorancia de los transeuntes quienes te ven pero no te ven...simplemente eres indiferente para ellos, pasas inavertida. Yo sé que su indiferencia te golpea, y a mi también, como las fuertes olas golpean el acantilado llevándole los pedazos poco a poco, asi te arrancan pedazos de tu debil corazón, tambié el deseo de vivir...pero eso sólo lo sabes tu y Dios.

Pobre mujer, día tras día en esa acera dura sin poder mover sus pienas porque su discapacidad se lo impide. Aguantando y esperando lo que no llega...quien sabe qué?

Ustedes saben de quien hablo? Sí, muchos saben que hablo de la desgraciada mujer que los años le han caido encima rodando por esas aceras de la calle El Conde. Discapacitada y, al parecer sin familia, su semblante refleja su sufrir y su cuerpo chongo habla de sus necesidades. Pero pocos se apiadan de ella. Ayer pregunté a un marchante si había visto quién la llevaba allí, me dijo que unos evangelicos de una iglesia evangelica que queda a pocos minutos del lugar, que la buscan como a las seis treinta de la tarde para luego traerla al día siguiente temprano en la mañana.

Pregunté si sabía quién le compraba las cervezas que siempre la acompañan, me dijo que ella misma con el dinero que le dan. Puedo yo o ustedes juzgar...? solo ella sabrá cuánto dolor quiere adormecer en el alcohol de aquellas botellas verdes.

Es posible que muchos leerán esto y sabrán de quien hablo, otros aún siendo transeuntes de la calle El Conde habrán pasado por su lado sin darse cuenta de su existencia. Pero, te digo que una mirada a tu alrededor puede ayudar a otros que te necesitan y hoy por ti mañana por mi. Ponte en su lugar, uno nunca sabe cómo y porqué una persona vive esa desdichada vida.

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